¿Qué sintió María al ver a su Hijo crucificado? Que experiencia más dura, se me hace muy difícil imaginarlo. Ya es muy traumático que se muera un hijo, pero debe serlo aún más, infinitamente más, ser testigo de cómo persiguen a tu hijo injustamente, lo apresan, injustamente, lo torturan, injustamente y lo matan, injustamente. Que dolor tan profundo debió sentir….
Hoy os traigo una canción preciosa, cargada de sentimiento, del sentimiento de María haciendo un repaso de algunos momentos de la vida de Jesús; momentos que le vienen casi en flashes, mientras contempla a su hijo crucificado. ¿Sería así, ese momento de María, a los pies de la cruz?
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La letra de esta canción la hace ideal para ser interpretada en Cuaresma. Un buen momento para hacerlo puede ser el de acción de gracias, tras la Eucaristía, en el momento en que el sacerdote se ha sentado, y los fieles están compartiendo esos momentos de intimidad con Jesús, tras haber participado del banquete.
La melodía suave, tranquila, envolvente, invita a la reflexión. La letra, tan dura por lo que cuenta (parece mentira que te hayan clavado) como tierna por lo que expresa (que seas el pequeño al que he acunado), toca los corazones. Es el sentimiento de una madre: “duérmete pequeño, duérmete, mi niño”, y aquellas que seáis madres entenderéis especialmente la dureza y la emotividad de esta canción.
Os dejo aquí el vídeo para que podáis verla y escucharla:
Acordes menores en minúscula, mayores en MAYÚSCULA:
La la7 re SOL SOL7 DO DO7 FA MI
(a a7 d G G7 C C7 F E)
Te miro a los ojos
y entre tanto llanto
parece mentira
que te hayan clavado.
Que seas el pequeño
al que he acunado,
y que se dormía
tan pronto en mis brazos,
el que se reía
al mirar el cielo
y cuando rezaba
se ponía serio.
Sobre este madero
veo aquel pequeño
que entre los doctores
hablaba en el templo,
que cuando pregunté,
respondió con calma
que de los asuntos
de Dios, se encargaba.
Ese mismo niño,
el que está en la cruz,
el Rey de los hombres,
se llama Jesús.
Ese mismo hombre
ya no era un niño
cuando en esa boda
le pedí más vino.
Que dio de comer
a un millar de gente
y a pobres y enfermos
los miró de frente.
Río con aquellos
a quienes más quiso,
y lloró en silencio,
al morir su amigo.
Ya cae la tarde,
se nublan los cielos,
pronto volverás
a tu Padre Eterno.
Duérmete pequeño,
duérmete mi niño,
que yo te he entregado
todo mi cariño.
Como en Nazareth,
aquella mañana,
¡He aquí tu sierva,
he aquí tu esclava!
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